Por Melvin Matthews
Pocos expertos internacionales han dado crédito al argumento esgrimido por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de que ordenó la muerte, mediante un selectivo bombardeo aéreo en Bagdad, del general iraní Qasem Soleimani para “evitar una guerra”.
Pero a partir de ese trágico incidente, el conflicto entre Irán y Estados Unidos ha escalado hacia un enfrentamiento militar capaz de extenderse a todo el Medio Oriente e involucrar a otras fuerzas regionales, europeas y asiáticas, aliadas y rivales de Washington.
No bien concluyó el sepelio de Soleimani, cuando la madrugada del miércoles el régimen teocrático de los Ayatolas iraníes reivindicó el lanzamiento de una docena de misiles de corto alcance contra dos bases militares estadounidenses asentadas en la capital de Irak. Soleimani, jefe de la Fuerza Quds, cuerpo élite de la República islámica y tercero al mando del régimen iraní, cayó abatido junto a siete acompañantes la madrugada del viernes, víctima de una incursión aérea con drones contra su vehículo. . Trump lo acusa de haber dirigido el asedio contra la embajada estadounidense en Bagdad la pasada semana, que provocó varios muertos, así como el apresamiento y muerte de un contratista norteamericano que laboraba en Irak.
El ataque a Soleimani parece una distracción del presidente Trump para consolidar su imagen frente al inminente juicio político que la Cámara de Representantes, controlada por los demócratas, ha sometido ante el Senado por alegadas violaciones constitucionales del mandatario, quien pidió al gobierno de Ucrania investigar a su rival electoral Joe Biden por inversiones de su hijo en ese país.
La tensión disparó los precios internacionales del petróleo, ha afectado a países importadores como la RD y provocado nerviosismo en los centros del poder mundial.