La clase política dominicana debe de entrar en este preciso momento en un profundo proceso de reflexión para ver cómo puede revertir este acelerado deterioro que viene experimentando ante los ojos de todos y todas.
El quehacer partidario y la forma de hacer política en esta media isla caribeña ha tomado una senda tan extraña que a lo único que conduce inexorablemente es al colapso definitivo de las organizaciones políticas y el descrédito de sus principales actores.
Nunca pensé que el irrespeto, la indisciplina, la vagancia, el discurso mediocre, el oportunismo, la ambición desmedida, iban a sustituir en los partidos políticos y sus actores, a la formación política, la disciplina partidaria, la solidaridad, el trabajo y la concretización del bien común.
Lo que está ocurriendo en las entidades políticas del sistema es aterrador, desconcertante, aborrecible, paralizante, ya nadie quiere respetar a nadie, no importa que este sea Presidente de la República o de un partido político, es un desenfreno total y absoluto.
Esto no puede ser, hay que detenerse a pensar hacia dónde es que están llevando a este país, no es justo que después de tanta sangre, dolor y lágrimas derramadas por nuestros ancestros para construir esta Nación, todo se pretenda lanzar al Mar como si nada. Con qué derecho!
No quiero alarmar a nadie, jamás, pero es que veo que nos están llevando como sociedad
como perrito fiel a la guillotina sin que los actores políticos se sacudan de la anomia social terrible en que se encuentran. No es posible que en pleno siglo XXI parte de la militancia y dirigencia de los principales partidos políticos estén como chivo sin ley, diciendo lo que le venga en ganas, desconociendo métodos de trabajo y profiriendo insultos a compañeros.
Como también es inaceptable el desafío a la autoridad, el irrespeto a las leyes y la Constitución, así como soportar actos tan indignantes como el escenificado en los predios del sagrado Congreso Nacional. Reflexionen.