Henry Kissinger fue el gran artífice de la visita de Estado que el ex presidente Richard Nixon efectuó a China en 1972. Esta visita, sin lugar a dudas, marcó el preludio de las relaciones diplomáticas entre el gigante asiático y Estados Unidos.
Este influyente personaje que, además, gravitó con mucha intensidad en el trazado de la política exterior de los Estados Unidos hacia América Latina, durante el periodo de la Guerra Fría, escribió un interesante libro titulado “China” (Random House Mondadori, 2012), el cual debe ser lectura obligada para aquellos que dentro y fuera del Gobierno dominicano tienen la responsabilidad de gestionar las nuevas relaciones entre los dos Estados.
Hago la recomendación de su lectura por conocer la proclividad que como caribeños solemos albergar y adoptar al momento de tomar algunas decisiones y conducir algunos procesos ya sean estos de índole público o privado.
En este libro compuesto por dieciocho capítulos, el profesor Kissinger ofrece una perspectiva de la China contemporánea, de sus relaciones con Estados Unidos y las tendencias probables del gigante asiático en el contexto del siglo XXI la cual no puede ser ignorada por ningún Estado que quiera salir airoso de esta retadora y nueva experiencia.
Ahora bien, hay que tomar en cuenta que esta obra es la expresión de una escuela de ciencia política en Estados Unidos y no simplemente una aproximación personal sobre la China, por la vinculación previa del autor con la Universidad de Harvard.
No obstante, hay que destacar que en su condición de asesor de seguridad nacional del gobierno del presidente Nixon y como secretario de Estado del presidente Gerald Ford, en los años setenta; y, posteriormente, durante los años ochenta y noventa, y el primer decenio del siglo XXI, como estudioso de la sociedad china y de sus líderes más prominentes, hace de este autor un sinólogo excepcional.
En el libro de Kissinger la línea maestra de su pensamiento es que se puede cooperar con China justamente porque ésta no tiene una visión “imperial” de la política exterior, y aunque esté empecinada en consolidarse como una potencia regional de primer orden, no busca ser una potencia mundial en el sentido que lo es EE.UU.