Históricamente en este país los que nos han dirigido, los de ayer y los de hoy, han tenido la mala costumbre de pasar por alto o darle un trato superficial a algunos temas y situaciones que ameritan rápida respuesta de ellos.
Hay que derribar esa cultura, no se puede continuar con paños tibios, con simplismo y el chivoloquismo criollo, con situaciones que afectan la imagen, dignidad humana, justa fama e integridad personal de los ciudadanos y ciudadanas de este país.
Una sociedad del Siglo XXI no puede permitirse que los colectivos de poder, responsables de conducir y cuidar millones de almas, sigan reproduciendo prácticas nocivas que debieron estar sepultadas hace tiempo.
Por ejemplo, cómo es posible que un sujeto hacke la página web de una institución del Estado dominicano, y desde ella difunda mensajes insultantes y amenazantes hacia la figura del actual jefe Estado y hasta el momento no se tengan debidamente identificado y sometidos a la justicia a los responsables del hecho.
No, no, no, esto es increíble, es el colmo de la ineficiencia de unas autoridades permisivas, que en su interés de demostrar su respeto a las sagradas libertades públicas han dado paso al desagradable el libertinaje.
Eso que aconteció con el presidente Danilo Medina debe ser aclarado a la mayor brevedad posible, la nación dominicana amerita de una respuesta rápida y contundente que sirva para parar en seco esta mala práctica tecnológica repudiable.
La figura presidencial es sagrada, hoy pasó con él, mañana podría ser con otro y eso no puede ser. Aquí hay que dejar la mala maña de que cualquiera tomo la identidad de un ciudadano en las redes sociales y hace de ella lo que quiere; desacredita, amenaza, ridiculiza, difama y todo pasa como quien ve llover. Esto es terrible, inaceptable.
Pero lo lamentable de todo esto es que casos como el ante citado se reproducen a diario por decenas en este país en contra de ciudadanos ordinarios y todo transcurre como en una especie de anomia social. ¿Y yo pregunto, hasta la cuanta es?…