Conocidos los resultados de las elecciones primarias abiertas, atendido todos los reclamos de las partes inconformes en el proceso y una vez hayan sido agotadas todas las instancias que establece el debido proceso, la República Dominicana debe marchar a su ritmo normal.
Son muchas las tareas pendientes, el trabajo por hacer, hay demasiados compromisos nacionales y extranjeros que cumplir e inmensas debilidades institucionales que superar.
Los actores que compitieron en el pasado proceso deben asumir lo acontecido con elevado espíritu democrático y ser conscientes de que aún proceso electoral se acude irremediablemente a ganar o perder.
Es necesario que el ánimo social y político comience a bajar, que se retome el camino de la ecuanimidad, la prudencia y la racionalidad. Es imperativo que la sociedad dominicana tome su ritmo y continúe en los rieles del desarrollo sostenible y la dinámica social acostumbrada. No hay de otra.
De manera que, lo que queremos dejar establecido en esta reflexión es la posición inquebrantable de defensa a la paz social, la institucionalidad y el sistema democrático de la República Dominicana. Más nada.
Hay despojarse de toda pasión y pensamiento irracional y entender de que el país está primero, hay que dejar la mala costumbre de subirse en olas por populismo porque a lo único que esto conduce es a la confrontación, el odio y el rencor.
Invito a los profesionales del odio y maestros de la confrontación a que depongan sus armas y entiendan que todo lo logrado hasta el momento en esta media isla ha costado mucho y que ha sido sobre la base de sangre, sudor y lágrimas, como escribiera el poeta chileno y premio nobel de literatura, Pablo Neruda.
Ahora bien, quiero dejar bien claro, porque sé el momento que se está viviendo y el país en que estamos, que lo expuesto por al autor de esta columna no va en la dirección de colocarse en defensa o perjuicio de nadie. Defiendo causas no intereses. De manera que a trabajar.