Históricamente en este país ha existido en una gran parte de sus ciudadanos un sentimiento de pesimismo y de oposición a todo lo que signifique progreso y desarrollo que asombra a propios y extraños.
No hay manera de entender cómo es posible que un colectivo social procure avanzar anteponiendo en su camino un comportamiento de resistencia a proyectos y obras transformadoras que pudieran cambiar y superar ese accionar tan negativo.
Desde que adquirí uso de razón y conciencia política he visto reproducirse este fenómeno en diferentes momentos, épocas y circunstancias, como si fuera una maldición inherente al pueblo dominicano.
Quiero que quede claro que esta reflexión sobre esta nefasta conducta ha abarcado y tocado a todos los gobiernos que se han registrado durante toda la etapa democrática del siglo XX y XXI.
En el actual contexto, por razones de espacio voy solo citar algunos ejemplos que ilustran perfectamente lo que estamos planteando y que pienso que es necesario que todos y todas meditemos serenamente a ver si esto puede cambiar.
Señores, se opusieron de manera rabiosa a que el doctor Balaguer iniciara obras importantes de infraestructuras como la construcción de las avenidas 27 de Febrero, John F. Kennedy, Luperón, V Centenario, los complejos habitacionales en Villa Juana, Villa Francisca, José Contreras, Los parques miradores, las presas, entre otras mega obras.
No se puede olvidar que le alegato fundamental de estos grupos era sobre lo nocivo y lesivo que resultaría para la República Dominicana la implementación y construcción de estas obras.
Igual hicieron, pero un poco más adelante, con el proyecto de modernización y avance institucional de los gobiernos del ex presidente Leonel Fernández intentando impedir la implementación de la automatización de las agencias recaudadores del Estado, las infraestructuras viales del país, el Metro de Santo Domingo, los túneles y elevados en las principales ciudades del país.
Ahora para poner la tapa al pomo, queridos lectores, esos mismos grupos están levantando su voz en pleno siglo XXI y época de la posmodernidad, para oponerse a que el presidente Danilo Medina ponga en funcionamiento la planta energética Punta Catalina y continúe ampliando las líneas del metro, los teleféricos. No hay marcha atrás, hay que abrazarse al progreso y el desarrollo.