Jamás pensé que la pérdida física de mi Santa Madre Mercedes Eselsa Garabito, el pasado 31 de octubre de este año, podría causarme un sentimiento tan prolongado y profundo de pesar.
Aunque el formidable poeta español Antonio Machado afirmara que «La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es, y cuando la muerte es, nosotros no somos», aun así el dolor es demoledor.
A medida que pasa el tiempo ese sentimiento de tristeza se me hace más grande, abarcador e interminable, su presencia en mis cosas son cada vez más latentes y elocuentes.
Pero lo más terrible y sobrecogedor es el no poder darme respuesta a que va hacer de mí y mis dos hermanos (Carmen y Jesús) en esta Navidad sin la presencia acostumbrada de mi Madre en la cena de Noche Buena.
Como manejar el dolor que provocará ese lacerante vacío que habrá en el comedor el día de Noche Buena, cuando todos nos sentemos a la mesa y ahí ya no este sentada en su silla, como cada año, la imponente y hermosa figura de mi Madre.
Son las primeras navidades de mi vida en que no voy estar junto a ella, compartiendo el corte de carne, pan, el vino, su sonrisa, el ponche y sus golosinas que tanto me reclamaba y le gustaban para esta época. Que golpe tan fuerte Dios mío!!
Definitivamente, estas navidades sin mi Madre ya no son, ni serán las mismas, siento que algo cambio, que algo de mí se va muriendo y que el vino, la comida, y los dulces, ya no sabrán igual.
Pienso, que inevitablemente, durante toda esa época especial del año se cumplirá lo que escribiera hace un tiempo el filósofo español Miguel de Unamuno sobre la muerte de su madre en su Diario Íntimo: “Todo será en esta Navidad, tristeza e impotencia, anulación, más allá de la tumba”. No puedo continuar escribiendo porque siento que pierdo la memoria del dolor.