Por Midson Jean Batard
El pasado día seis de octubre la tierra tembló en Haití, principalmente en su zona Norte. De manera oficial se habla de 17 muertes por el terremoto de magnitud 5.9 en la escala Richter. La zona más afectada fue el Departamento Noroeste, uno de los más pobres del país. Esa misma semana las lluvias cobraron la vida de tres personas en Juana Méndez, entre ellas dos juezas y su policía de seguridad cuando el vehículo en que viajaban fue arrastrado por las aguas de un río.
En ocho años la tierra volvió a cuestionar las construcciones en ese país y el nivel de responsabilidad de las autoridades que administran en el Oeste de la Isla Quisqueya. Después del terremoto de 2010 las autoridades haitianas no tomaron ninguna medida drástica para proteger a la gente.
Las instalaciones sanitarias es uno de los problemas más grandes que el pueblo haitiano tiene que enfrentar para un más sano quehacer cotidiano. En ningún departamento hay un hospital capaz de recibir a los pacientes en el momento normal, peor en el tiempo de catástrofe. Además, no tienen recursos humamos y material para brindar un buen servicio a la población.
Es cierto que hay muchos profesionales haitianos de la medicina que han salido de universidades de República Dominicana, Cuba y la República Bolivariana de Venezuela, pero no logran integrarse en el sistema de salud público. Según un responsable del Ministerio de Salud Pública, no hay suficiente dinero para emplearles.
Y, al mismo tiempo, no quieren homologar sus títulos. Esa situación hace que esos profesionales bien preparados no se quedan en el país y se van a Chile, Ecuador y América del Norte.
Hoy en día, las estadísticas demuestran que hay un médico para diez mil haitianos. La mayoría se encuentra en el Departamento Oeste. Eso significa que en tiempos normales los pacientes no pueden recibir servicios y menos en el tiempo de catástrofe.
Después del terremoto de 2010 los Clinton y algunos políticos haitianos han gastado los dineros de la CIRH (Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití) en las reuniones en los hoteles famosos, dejando a la población haitiana en la miseria porque no hay ningún signo de que ese dinero haya sido invertido en Haití.
Hoy el terremoto nos hace una prueba más, después de ocho años del ocurrido en 2010. Y la historia se repite con muertes y heridas en la calle, y una situación más complicada para esa gente que está muy de lejos de la capital haitiana, donde no tienen acceso a ninguna infraestructura.
Lo mismo sucedió con el dinero de los fondos de PetroCaribe, que los políticos haitianos han gastado de manera incorrecta. Más de 3,800 millones de dólares han sido recibidos por las autoridades y no hay ni un buen hospital, laboratorio y la situación económica del país es peor que antes.