Se sabe que el plan preparado por varios complotados azuanos, para vengarse de la ofensa que el General Remigio Zayas alias «Cabo Millo», le había causado a Azua su ciudad natal, con inconvenientes menores se produjo.
El General Zayas con fama de militar de mano dura, había alcanzado por ese atributo violento, comandar el ejército represivo de nombre la Prángana que también le decían la Guardia de Món.
Por motivos políticos que engendraron odios y rencores personales él tomó como escenario estratégico el campanario de la iglesia católica que hoy como ayer estuvo como lugar sagrado enfrente del parque principal de la ciudad. Desde allí, atrincherado el General disparó el material bélico con el decidido propósito de incendiar a Azua.
Por ese hecho insólito, el pueblo azuano que estaba avisado y organizado rápidamente se vengó de Él, cuando ese grupo de forajidos convertido en “ejército del pueblo» lo enfrentó con las armas en su poder.
Ya herido de gravedad «Cabo Millo» buscó refugio en la casa de los Ruíz quienes eran familia política suya, la cual estaba ubicada en la calle 27 No. 46 del sector; que a pesar del tiempo, ésta todavía guarda en una de sus paredes interiores, la abertura de un proyectil de los que mortalmente dejaron sin vida al azuano que la mayoría de la sociedad de la época lo juzgó de «traidor».
En la confusión que provocó ese funesto acontecimiento, apareció un periodista y fotógrafo del Maniel, de peso pluma, experto en engrases y con maestría en derecho de no ripostar, quien corrió al auxilio del herido, con una cámara y una camilla en sus brazos con la que logró llevar al paciente a un centro sanitario urbano de mala muerte. Se trató de un atípico periodista de profesión, quien además de ser canillista, por vocación era más que todo, CAMILLERO.
Éste en el incidente cayó en pánico hasta perder la cámara y su lapicero por lo que no pudo hacer el reportaje de la tragedia tal como era su intención. Más tarde, éste regresó en la «cola de un motor» a dicho centro sanitario en busca de la camilla que le sirvió para transportar al herido de muerte, y tampoco la encontró.
Entonces ya solo, exclamó: «Por favor denme ahora la oportunidad de llorar al General de Azua que acaban de matar».