Por Robert Vargas
Quizás sería prudente que más de una persona tenga cuidado con exacerbar las pasiones puesto que, una vez que estas se desbordan, es difícil que puedan ser controladas y las consecuencias pueden que sean terribles.
Hace poco lo vimos en el noreste de la República Dominicana, donde multitudes sedientas de venganza, que no de justicia, salieron a las calles dispuestas a incendiarlo todo, después que fueron aguijoneadas por cierta prensa que convirtió en un espectáculo un drama derivado de la muerte horrenda de una jovencita embarazada.
A la multitud no le interesaba saber nada de Código Procesal Penal, de Código Penal, de leyes, de derecho a la defensa. Nada de eso, solo querían sangre o, “por lo menos”, 30 y 30. Nada de autores materiales, de complicidad, de elementos atenuantes.
Querían que dos imputados fueran condenados a 30 años de prisión cada uno y expresaban su odio hacia los abogados que asistían en sus medios de defensa a los imputados.
Los jueces, según la interpretación de varios reputados juristas, no actuaron movidos por el fardo de la prueba, sino por la presión de los medios que había logrado exacerbar las pasiones en grado extremo.
Las cosas no pasaron a mayores porque las autoridades desplegaron a tiempo una extraordinaria fuerza con la que contener a quienes, como en un coliseo romano, reclamaban sangre y muerte o, 30 y 30.
Ciertos medios andaban en busca de obtener y aumentar “reiting”, y lo lograron. Felicidades.
Por otra parte, durante las últimas horas los dominicanos tanto dentro del territorio nacional como en el extranjero han sido conmocionados por el relato de que un grupo compatriotas, entre ellos varios médicos, fueron “secuestrados” por una turba de haitianos en Restauración, en la carretera Internacional, allá, en entre República dominicana y Haití.
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Una de las víctimas del “secuestro” narró a un programa de la radio de la capital que fueron interceptados por una multitud armada “con machetes, colines, punzones y hachas” los rodearon y despojaron de pertenencias, entre estas, sus teléfonos celulares y motocicletas.
Agregan que en el lugar estaban presentes un par de soldados dominicanos equipados con fusiles M16, que no los defendieron.
En algún momento narra que estuvieron “secuestrados” unas “dos horas y medias” y que les devolvieron sus motocicletas.
Más adelante, militares de puesto en una dotación se alegraron de que los “secuestradores” los dejaron continuar sin mayores contratiempos.
La actitud de los haitianos y de los soldados dominicanos los indignó, según su explicación.
Tras la narración de ese “secuestro”, en las redes sociales ha sido publicado un vídeo en el que, ciertamente, se observa que una multitud de haitianos rodean a unos dominicanos y los despojan de sus motocicletas.
Algunos tenían “machetes” y “palos” en las manos, mientras eran grabados con teléfonos celulares por dominicanos.
Nadie les impedía grabar “el secuestro” y los rostros de los dominicanos que allí estaban no parecían estar aterrorizados ni espantados.
Hubo un incidente. Cierto.
¿Estaban los dos únicos soldados dominicanos en condición de enfrentar a tiros a aquellos haitianos?
Me luce que no. En caso de disparar los soldados sus rifles M16, pudo haber dado origen a una matanza con víctimas de ambos lados del país y dar inicio así un conflicto de mayor envergadura que nadie, en su sano juicio, desea.
¿Estaban los dominicanos “secuestrados” en peligro inminente de muerte? El vídeo no muestra que así fuera.
El mismo denunciante explicó que poco después les devolvieron sus motocicletas y continuaron su camino. No dice qué sucedió con sus teléfonos móviles.
La experiencia local en medio de las turbas
Le ha sucedido a usted que queda atrapado en un lugar donde están incendiando neumáticos y enfrentando individuos a las fuerzas de seguridad.
¿Qué hacen algunos de los participantes en la protesta?
Generalmente, retienen a los conductores, los despojan de dinero y algunas pertenencias y, si pueden, le sacan todo el combustible del tanque del vehículo, luego los dejan seguir su camino.
Si se resisten les disparan piedras y rompen los cristales, incluso, hasta les incendian el vehículo.
Eso sucede con frecuencia en el entorno del recinto de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y en cualquier otro lugar donde hay algún tipo de protesta violenta.
Esto explica que muchas personas traten de evitar cruzar por el lugar escenario del conflicto.
En el caso de Restauración, los médicos que hacían turismo interno no podían desviarse porque estaban en la carretera Internacional, que no tiene vías de despeje por la que escapar de la violencia circunstancial.
Luego se ha sabido que la reacción de los haitianos estuvo motivada porque dos de sus compatriotas fueron despojados de motocicletas en algún lugar de la frontera por autoridades dominicanas hasta que retornaran con la documentación con la que comprobar su propiedad.
La reacción en las redes
Más de un dominicano con acceso a las redes sociales ha pretendido hacer de este incidente circunstancial un caso por el cual República Dominicana le debe declarar la guerra al vecino Haití y un diputado ha comentado que si él hubiera sido víctima en ese incidente, habría disparado contra los haitianos y la última bala la dejaba para él.
Después, el diputado ha querido decir que no fue eso lo que dijo, aunque sus expresiones están grabadas.
Quienes aprovechan las redes para exacerbar las pasiones las pasiones quizás deberían entender que incidentes como el de Restauración suceden en cualquier barrio de la República Dominicana y eso no requiere de una respuesta de guerra.
Si se actuara con respuesta a la ligera, es bastante posible que una gran parte de la población lo lamente, pero los principales auspiciadores de que se produzca un río de sangre, a lo mejor se van de la isla o están fuera de ella.