La semana pasada el sonido de los tambores de guerra se redoblaron en el Partido de la Liberación Dominicana cuando el ex ministro de Interior y precandidato a la presidencia Carlos Amarante Baret, le envió una carta a Leonel Fernández para que declinara de sus aspiraciones para la candidatura a la presidencia por el partido fundado por el profesor Juan Bosch.
A la vista del Leonelismo la carta de Amarante Baret ha sido la declaración pública de una guerra que podría terminar como ha dicho el ex ministro de Educación Melanio Paredes, en el sentido de que Fernández se presentaría como candidato presidencial independiente para las próximas elecciones, si el gobernante Danilo Medina opta por cuatro años más.
Estas declaraciones que resuenan como tambores de guerra podrían convertirse en oxigeno perfecto para la hoguera que desde hace tiempo mantiene la llama de la división en el PLD, y aumentar por vía de consecuencia las dudas en la dirección de los organismos de dirección, que ve la lucha de poder entre ambos bandos como la salida del poder del gobierno.
La crisis es tan profunda y evidente, que hoy el partido de gobierno saca los genes heredados de su progenitor, el Partido Revolucionario Dominicano que, tal y como está contemplado en la historia, ya cuenta con significativas divisiones que vienen desde la época de Juan Bosch y concluyen en este momento con la dirección de Miguel Vargas.
A esto le agregamos la campaña publicitaria del alto dirigente y aspirante presidencial Francisco Domínguez Brito, en la que quema una gorra del partido (con el símbolo distintivo de la organización fundada por Bosch), para ilustrar de una manera sencilla a los dominicanos, de que hay que salir de lo malo de esa organización, lo que destapó las chispa en la base morada.
El 5 de mayo será crucial, como ha revelado el ex ministro Melanio, porque es la fecha donde el presidente Fernández se declararía candidato independiente en la asamblea, en la que presentaría la firma de dos millones de inscritos que respaldarían su candidatura.
Los disparos ya se escuchan y los centros de salud se preparan para recibir a los heridos, y según se comenta que, en la San Cristóbal con Tirandentes, las camillas están listas para dar alojamientos a los posibles huéspedes.
Es un momento delicado para los peledeístas ante la señal más que evidente de que la maquinaria de la reelección encendió los motores y da signos de que tienen en reserva suficiente combustible para lograr la modificación de la Constitución.
Lo peor de todo es que el sonido de guerra aterroriza a una base que no tiene municiones para defender su identidad política de los embates que podrían sufrir, de no llegar a un acuerdo. Por lo visto, la sangre llegará al río.