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La gran falla de la sociedad, abandono de los valores cívicos-morales

Por: Mercedes Castillo

La sociedad dominicana desde hace mucho tiempo se encuentra gravemente enferma, por el abandono de los valores cívicos morales. Esa es su gran falla. y es que una gran parte de los dominicanos carecen de esos valores; justo, porque no se los han enseñados en sus hogares, en la escuelas, ni en la comunidad donde nacieron, criaron y desarrollaron ni desde el poder no siempre se envían buenas señales, lo cual es gravísimo para la sana convivencia humana y social.

Los malos ejemplos, que tenemos muchos, hoy son resultados de ese error de la sociedad. No es posible construir, desarrollar una sociedad sin valores. Sencillamente no es posible. Nos estamos devorando, autodestruyendo ante la mirada indiferente de todos, especialmente, de quienes deben asumir la responsabilidad de realizar diseñar proyectos y propuestas viables y necesarias para retomar el buen rumbo del país.

Valores cívicos: ¿Para qué sirven los valores cívicos?

Los valores cívicos –morales constituyen la estructura o arquitectura en que se fundamenta una sociedad para la construcción de niños, niñas, adolescentes, jóvenes y personas adultas conscientes de sus deberes y derechos en la sociedad. Forman el carácter de la sociedad que construiremos.

Sin el respeto a la dignidad de uno/a misma como persona, sin el debido respeto a la dignidad de los demás, sin el respeto por nuestros símbolos patrios, nuestros padres de la patria, nuestra soberanía, a la Constitución, leyes, decretos, resoluciones, ordenanzas; y sin el respeto a las buenas costumbres y maneras no es posible construir hombres y mujeres de bien. Tampoco es posible que una sociedad marche bien, como sucede hoy día.

Sin la enseñanza y transmisión de valores como el amor hacia sí mismo y hacia los demás, amor a sus familia, escuelas, comunidad, y país. No es posible vivir en paz social.

Tampoco es posible construir una sociedad de sana convivencia y orden sin educar y orientar a los habitantes en el valor de la honestidad. Debemos ser personas honestas, primeros con nosotros mismos y luego con los demás. De lo contrario, seríamos personas mentirosas, no confiables ni creíbles, que se apropian de lo ajeno, a veces de manera oculta, semi-oculta, y a veces, de la manera más descarada, como ocurre en la actualidad.

La tolerancia es un valor fundamental en una familia, en una institución, en una comunidad y en la sociedad en general. Pues el derecho que tenemos todos de pensar y actuar diferente al otro o a los demás se quiebra, se desconoce. Es el derecho a la disensión, propio de una democracia. El respeto a ese derecho permite la convivencia pacífica y sana. Dicho valor debe ser enseñado y trasmitido por los padres en el hogar, por los maestro/as en la escuela, y por los representantes de la sociedad. No podemos permitir la intolerancia en la sociedad, pues no se podrá hablar, escribir ni hacer nada que al otro no le guste o no esté de acuerdo, castrándose así la vida democrática de convivencia.

La Solidaridad humana no podemos ser indiferente ante la desgracia de un ser humano o seres humanos igual nosotros. Algo se puede hacer siempre. Este valor es sumamente importante practicarlo en el seno de la familia, de la vecindad, con los compañeros de labores, de estudios y con los ciudadanos en general. También con los migrantes.

El valor de la lealtad, no se puede construir seres humanos desleales hacia sí mismos y hacia los demás. Se convierten en basuras humanas. Por un plato de lentejas, por dinero o por cobardía venden sus ideales, se traicionan así mismos y traicionan a los demás. Son pusilánimes, no confiables, despreciables. En fin, nada digno y beneficioso ni siquiera para ellos mismos, muchos menos para la sociedad. Desde la niñez hay que enseñarle que deben personas de pensamientos propios, de carácter firme y que nada es más importante que ser leal así mismo y al otro u otros que confiaron o confían en usted en una misión o en su relación cotidiana, como ocurre en la sociedad.

La libertad de ser lo que uno/a quiera la enseñanza de este valor es fundamental para construir seres humanos con identidad propia. Cada quien tiene una vocación innata, que le caracteriza y distingue de los demás. Nadie es igual a nadie y ni debe querer ser igual a otro. Somos diferentes por naturaleza, únicos e irrepetible en esta tierra. Ese sello personal que posee le permite hacer grandes aportes a la sociedad como nadie más lo haría. Es su misión en la tierra, por eso hay que cultivar bien ese valor en la niñez para que desde temprano vayan descubriéndose. Solo tendremos ciudadanos con carácter definido.

El valor de la amistad es un valor determinante, pues nos permite relacionarnos, primero con nosotros mismos. La persona que no es amiga de sí mismo, de quererse y tenerse afectos por, carecerá de ese elemento para dárselo a los demás. Aunque usted no lo crea debemos ser amigo de nosotros mismos, querernos muchos, ser afectivo con nosotros mismos; solo así podemos cultivar eso mismo con los demás; es decir, con nuestros iguales seres humanos. Cumpliéndose así aquello de que el ser humano es un social, que sociabiliza, se congrega, se comunica, participa y crea relaciones primarias muy beneficiosas para su vida.

La paz, no es posible vivir sin paz personal y social. Por eso, el valor de la paz es fundamental. Este se consigue respetando los derechos humanos del otro y que los suyos les sean respetados. Igual ocurre a nivel de la sociedad. Ya lo dijo el gran Benito Juárez, “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Y es así. Cuando no se respetan dichos derechos, vienen los conflictos, el dolor, las guerras en la que casi siempre, mueren millones y millones de inocentes. Todo eso, producto de la avaricia, el odio, el resentimiento, la xenofobia, la envidia, el egoísmo, los malos entendidos. Por eso, construir hombres y mujeres de paz es lo mejor que le puede pasar una sociedad y a una persona en particular.

La justicia, este valor debe ser enseñado y transmitido desde temprana edad, pues debemos formar hombres y mujeres con la conciencia de ser justo, equilibrados y responsables. Ya lo dijo nuestro patricio Juan Pablo Duarte, “Ser justo es lo Primero”. Y también, el fundamento principal de la justicia es que “debe ser ciega”, justo para impartir justicia.

Trabajar, este valor es fundamental para la persona se realice, adquiera los recursos para poder vivir bien junto a su familia, y de ese modo aportar su capacidad y talento a la sociedad; y ser útil y valioso, independiente, que se vale por sí mismo, por medio de su trabajo. Y, no un parásito social. Mantenido por su familia o la sociedad sin dar un golpe. Por eso las ayudas sociales deber servir para que la gente se levante, alce el vuelo, y comience a pescar sus propios recursos para vivir en dignidad y decoro. Otros valores comportamientos importantes para la buena marcha de la sociedad debemos enseñarlos y transmitirlos.

Toca al Ministerio de Educación de manera preponderante, dar el primer paso para retomar de la enseñanza, transmisión y orientación de los valores cívicos-morales, tanto en el aula como a través de una campaña de educación cívico-moral permanente en los medios de comunicación masivos. De ese modo, se educarán y orientaran, primeros a los padres de familias, los cuales deben ser motivados, para que enseñen a sus hijos/as en el hogar los valores que deben normar sus vidas, luego a los maestros, para que ensenen y transmitan a sus alumnos dichos valores. También en las instituciones públicas y privadas, a las comunidades y las alcaldías para que implementen programas de educación y orientación en valores.

Es bueno decir, que la preocupación por la formación de seres humanos con valores viene desde muy lejos, especialmente desde la Ilustración con el Código de la Infancia elaborado por Erasmo, el Manual de Carreño, La Moral Social de Eugenio María de Hostos y muchos otros esfuerzos que lo largo de la historia y en la actualidad se han realizado y realizan. Forman parte también de esos esfuerzos los códigos éticas de las profesiones para un ejercicio digno en la sociedad. Que así sea.